En esta época de invierno en el hemisferio sur se viven tiempos de poda en los meses de Julio y Agosto, cuando las parras están “durmiendo”, en su anual hibernación o estado vegetativo. La poda es un proceso fundamental para la salud de las parras que determinará una serie de elementos para la siguiente brotación, como el rendimiento de la próxima cosecha y también influyendo a más largo plazo en la regeneración de la planta, su vigor y salud en general.
Además, la poda es uno de los encuentros humanos en torno a las parras, que vuelve a juntar en los viñedos a los viñateros, vecinos y parientes a meses de la última vendimia, pues en general y de manera constante a través de los tiempos este trabajo se realiza en grupo, sea como contratados por alguna viña o de manera colaborativa entre viñateros vecinos, parientes y cercanos. Es esas jornadas que se extienden por varios días, dependiendo de las dimensiones de los viñedos, las personas van compartiendo el trabajo, los descansos y los intervalos para comer y refrescarse.
Estuvimos en la poda de los viñedos de Don Miguel Bustos, dueño de la viña Rincón del Maule, en la localidad de Cancha de Los Huevos, en Coronel de Maule, a pocos kilómetros al sur de Cauquenes, Valle del Maule. Allí fuimos muy bien recibidos por él y su esposa Guacolda Pérez, y alimentados e hidratados con los productos campesinos caseros, lógicamente cocinados en cocina a leña.
El grupo de podadores estaba integrado por un grupo de vecinos de Cancha de Los Huevos, zona limítrofe entre Maule y Bio Bio. Siempre animados, con el chiste en la boca, no más de seis personas podaron cientos de antiguas parras en casi dos hectáreas de viñedos de uva País, que sirven para producir el vino de viña Rincón del Maule y también para abastecer a otras viñas más grandes.
Es un trabajo que requiere experiencia y cuidado, pues dependiendo de los cortes que se le aplican a las parras, se estará determinando la forma en que la planta brotará y dará sus frutos. Una a una las parras van recibiendo la “atención” de los viticultores que curvados les van “despejando” de los sarmientos de la temporada pasada, para quedar muy comportaditas y austeras, sin esas largas ramas que sostuvieron el follaje y los racimos hasta el último otoño y la última vendimia. Quedan lindas estas parras antiguas podadas, plantadas “en cabeza”, con sus tronquitos “mochos” y vigorosos, dando así paso a un nuevo año vegetativo que desde las raíces comenzará a suplir de savia a los nuevos brotes que se transformarán en las ramas, sarmientos y frutos.
Como es un trabajo que se realiza en grupo, el dialogo entre los podadores es permanente, siempre con el buen humor muy latente, a un ritmo constante y “atendiendo” de manera única a cada parra que pareciera esperar por este “arreglo” de sus largas ramas para emerger desde los suelos y a través de los troncos una nueva y renovada inyección de savia que trae los nutrientes de la tierra y sirve para el nacimiento de hojas y frutos que trabajarán junto al sol para que en varios meses más dar una nueva cosecha.
En viñedos antiguos y de cabeza, sin riego artificial, la poda tiene determinadas características que difieren de la poda en parras de cultivo con riego por goteo, y en este ámbito hay diversas recomendaciones de parte de los técnicos.
En el ambiente más tradicional, de viñedos antiguos cultivados año a año y por generaciones por miles de campesinos a lo largo del país, la poda es un trabajo que de alguna manera marca el inicio del fin del invierno, pues la planta llevará algunas semanas para comenzar a brotar, y los viñateros apuestan a que no se produzcan heladas muy nocivas que perjudiquen los brotes nuevos y por ende en la producción de uva a posteriori.
Así como en la vendimia, en la cosecha de los frutos, la poda también es un trabajo colectivo que involucra grupos de campesinos en las labores, es una tarea más especializada, que requiere más experiencia que la cosecha, pero donde también prevalece la interacción y las relaciones entre las personas. Por eso el vino, fruto de todo ese proceso, es el producto del trabajo colectivo en el campo. Por eso somos de la “escuela” que prefiere vinos producidos con uvas de viñedos trabajados de manera manual, colaborativa entre los campesinos, frente a cultivos o viñedos de corte más agroindustrial que están tecnificados y en donde se busca la mecanización de la mayor parte de las faenas, además de harta intervención en las bodegas.
El trabajo en el campo es necesariamente colectivo, esa es su esencia, así como beber un vino, pues sabe mucho mejor cuando se hace en grupo, se comparte y sirve de soporte para el relacionamiento de las personas.
Por fortuna la mecanización de las labores en la vitivinicultura se restringe a espacios de la agroindustria. En Chile, más de 60% de las uvas que abastecen a las grandes viñas para la producción de diversos vinos proviene de miles de pequeños y medianos viñateros, los cuales en su gran mayoría también producen sus propios vinos, existiendo una gran diversidad de vinos en los campos chilenos que escapan a las catalogaciones más comerciales y/o técnicas, pues son la expresión misma del campo, de la vitivinicultura tradicional de Chile, y por eso hay que probarlos, conocerlos, disfrutarlos. Son muchos, pero no hay que escatimar esfuerzos y ganas en tratar de conocer estos campos, sus viñedos y sus vinos y, lógicamente, conocer y compartir con los campesinos que por generaciones se han encargado de mantener vivo y productivo el campo chileno. Salud !
(Alejandro Tumayan – todovinos.cl)