El descorche de los alcornoques o la saca del corcho se mantiene inalterable con el paso de los años y pese al empuje de las nuevas tecnologías, ya que el hombre sigue imponiendo el acero de su hacha para extraer el material sin dañar el árbol.
Cada verano, la tradición milenaria se repite en muchos municipios de España, entre ellos los de la Serranía de Ronda (Málaga), donde las cuadrillas se echan al campo sobre las seis de la madrugada y el corchero con su hacha, pero también con mimo, saca el tejido vegetal que recubre los troncos de los alcornoques.
Un oficio peligroso en el que las alturas y el filo de las hachas no permiten que la mente se distraiga; tienen que ejercer la fuerza necesaria para retirar el corcho sin dañar el tronco que quedará descubierto.
La saca del corcho ha rentabilizado los montes desde hace siglos, sobre todo desde que en el siglo XVIII se descubrieron las propiedades de ese material para taponar botellas que, según los entendidos, es el único que se debe emplear en vinos de guarda.
No hay nada como abrir una botella de vino y escuchar el típico sonido del corcho seguido de un intenso aroma, aunque muchos desconocen de dónde viene ese material, ha explicado a Efe el alcalde de Cortes de la Frontera (Málaga), Pepe Damián García.
Por ello, este fin de semana Cortes de la Frontera acogió unas jornadas donde van a explicar junto a profesionales del sector todo lo que rodea al descorche y en las que los inscritos podrán degustar de manera gratuita la gastronomía tradicional.
Uno de estos platos es el cocido (que sólo llevaba garbanzos, tocino, añejo y patatas) hecho a fuego lento, un plato que tradicionalmente se comía en primer lugar, sobre las 10.00 de la mañana, el caldo; y luego el bolo, que añadía aceite y trozos de pan.
Los corcheros más antiguos han contado a Efe cómo antiguamente se comía con la cuchara dando un paso «adelante» y después un paso «atrás» para que el siguiente corchero hiciera lo mismo. A ese ritual en la comida se le llamaba paso adelante y atrás, o también «una ‘cuchará’ y paso atrás».
Las mulas también tienen protagonismo, ya que son las únicas capaces de transportar la materia prima por las abruptas veredas, tránsito inviable para tractores y camiones.
En el descorche participan cuadrillas formadas por los corcheros, recogedores, arrieros, pesadores, cargadores, aguadores y cocineros.
Antiguamente, los corcheros cuando necesitaban un trago gritaban: «¡»Aguaoo, un tapón!»; y en muchas ocasiones lo que tomaban era una pequeña copa de aguardiente con agua fresca para refrescarse un poco.
Alfonso Varea, ingeniero técnico forestal, ha explicado a Efe que el descorche no sóolo no perjudica al árbol sino que le beneficia y contribuye a la conservación del medio ambiente, así como permite tener los montes más limpios, con la consiguiente prevención de riesgo de incendios.
El corcho de mayor calidad lo suelen dar los árboles con 70 años, aunque la vida útil de un alcornoque es muy larga y su aprovechamiento se puede extender hasta los 150 años de edad.
Pero no todos los alcorques se pueden descorchar todos los años, y el plan de ordenación de los montes obliga a que se hagan rotaciones anuales para que no se pueda extraer el corcho a un árbol hasta que no hayan transcurrido al menos nueve años desde la última vez.
El corcho es un recurso renovable, no contaminante y ecológico, que mantiene vivo un oficio que permite el desarrollo social y económico de las zonas rurales y, con gran diferencia, es el mejor taponamiento para el vino.
(elmunodvino/efe/MontserratMartínez)