«Los años de lluvia son mucho más lluviosos, los años de sequía mucho más secos». Los viticultores australianos temen el impacto del cambio climático en un sector cuyas exportaciones valen 1.400 millones de euros anuales. Los especialistas predicen una sucesión de récords de calor y los viñadores ponen a prueba varias técnicas para enfrentarse a ello, como el retraso en la poda o el cambio de castas de uva.
El valle de Barossa, gran zona vitícola de Australia Meridional, reputada por sus vinos de calidad, sufrió en 2015 una ola de calor extremo.
«Llevo aquí 20 años (…) y constatamos que la meteorología se vuelve más extrema», dice James Sweetapple, en su viña de Orange, pintoresca localidad a 250 kilómetros al noroeste de Sydney. «Los años de lluvia son mucho más lluviosos, los años de sequía mucho más secos y más calurosos».
Australia es la cuarta potencia exportadora de vinos del mundo en valor, gracias sobre todo a la sed de sus tintos que sienten los chinos. De octubre de 2015 a septiembre de 2016 se exportó vino por valor de 1.400 millones de euros, según fuentes de la profesión.
El continente australiano es conocido por sus sequías y sus inundaciones. Sus viñadores tienen la costumbre de afrontar todo tipo de desafíos meteorológicos. Pero el cambio climático pesa mucho, aunque la temperatura media del aire a la altura del suelo sólo haya aumentado 1ºC desde 1910, según cifras oficiales. Ha crecido el peligro de fuegos forestales y de sequía, y las pautas pluviométricas han cambiado.
La subida de temperaturas reduce la temporada: la uva madura más deprisa y debe a veces ser vendimiada durante los meses más cálidos del verano austral, entre diciembre y febrero, en vez de en otoño. Ello modifica los niveles de azúcar y de acidez, reduciendo la calidad, y los vinos presentan niveles de alcohol más altos.
«Las seis últimas semanas posteriores al envero son críticas para el sabor, el desarrollo del color y el equilibrio azúcar/acidez.El calor no debe ser excesivo antes de la vendimia», explica el viticultor Peter Hedberg, antiguo profesor de viticultura y enología. «La mayoría de los viñedos australianos están en regiones muy cálidas. (…) Desgraciadamente, en muchos sitios la uva madura a temperaturas de más de 35 grados, o incluso más de 40, y eso no es bueno para su sabor».
Según el Consejo del Clima australiano, que es un organismo independiente, hasta un 70% de las regiones vitícolas australianas dotadas de un clima mediterráneo, incluida Barossa, estarán «menos adaptadas al cultivo de la viña de aquí a 2050», debido al calentamiento.
Los viticultores se ven impotentes ante las inundaciones y ante el humo de los incendios forestales, que estropea las uvas. Pero intentan de enfrentarse a ello con técnicas relativamente sencillas.
Justin Jarrett, viñador en Orange, extiende paja y compost por el suelo para conservar humedad. Sweetapple deja que las hierbas crezcan libremente en las calles para que den sombra cuando hace calor y que absorban los excedentes de agua en caso de fuertes lluvias.
La poda tardía es otro método puesto a prueba para retrasar la maduración y la vendimia hasta el otoño. Se alienta igualmente a los viticultores a que replanten las viñas viejas con castas más resistentes al calor, procedentes de Italia y de España, por ejemplo.
La interprofesional Wine Australia ha encargado un estudio de 500 castas alternativas para poder redactar un vademecum de cada variedad (ciclo vegetativo, rendimiento…) para que los viticultores puedan elegir con conocimiento de causa.
«La mayoría de nuestros vinos se hacen con 12 castas, pero las hay a miles», recuerda Liz Waters, investigadora de Wine Australia. Las dimensiones de las posibilidades genéticas «permiten considerar todos los marcos naturales donde puede crecer la viña».
Algunos han lanzado la carrera contra el clima.
«Los buenos agricultores piensan en el porvenir», dice Jarrett, que ha plantado glera, la casta blanca italiana del prosecco, que según él podría adaptarse localmente en unos 20 años.
Pero en las zonas ás calurosas, algunos deberán reconvertirse al cultivo e frutos secos, que según Hedberg adoran las temperaturas cálidas. «La gente lo sabe, hay que cambiar o marcharse. El mundo no necesita más vinos mediocres».
(afp/elmundovino)