El cambio climático está transformando de manera importante la industria vitivinícola en Chile, uno de los principales productores de vino en el mundo. Las modificaciones en los patrones meteorológicos, el aumento de las temperaturas y la disminución de la disponibilidad de agua están afectando tanto la producción como la calidad del vino chileno, y han llevado a los viticultores a replantearse las estrategias de manejo agronómico y las variedades que cultivan.
Yerko Moreno, director del Centro Tecnológico de la Vid y el Vino (CTVV) de la Universidad de Talca, advierte que en las últimas temporadas se ha observado un cambio constante en las condiciones climáticas de un año a otro. Esta variabilidad genera incertidumbre en los productores, ya que impide planificar de manera precisa las prácticas de manejo y estimar los rendimientos de cada cosecha. Según Moreno, esta falta de estabilidad ambiental supone uno de los principales problemas para los viticultores chilenos, quienes deben adaptarse a un escenario cada vez más impredecible.
Uno de los efectos más evidentes del cambio climático es el aumento de las temperaturas, lo que acelera los ciclos de crecimiento de las vides. Esto significa que la brotación, la floración y la maduración de las uvas ocurren antes de lo previsto, especialmente en las zonas del valle central y del norte del país. Un ejemplo claro es la producción de espumantes, cuyas uvas están siendo cosechadas en enero, cuando tradicionalmente se recolectaban un mes después. Este adelanto de las vendimias tiene consecuencias importantes en la composición de la fruta, afectando los niveles de azúcar, acidez y compuestos fenólicos, factores que influyen directamente en las características del vino final.
El especialista detalla que las temperaturas más altas provocan una acumulación más rápida de azúcares en las uvas, mientras que la acidez disminuye antes de que las parras alcancen la madurez fenólica adecuada. Esto genera vinos con mayor contenido alcohólico y con un equilibrio menos atractivo para el consumidor final. En un mercado donde los consumidores buscan cada vez más vinos frescos y equilibrados, este cambio en la composición de los vinos puede ser un problema para la industria chilena.
El acceso al agua es otro de los grandes problemas. La disminución de la disponibilidad de recursos hídricos en algunas regiones vitivinícolas obliga a los productores a optimizar el uso del agua y a buscar nuevas técnicas de riego que sean más eficientes. Así, el cambio climático también está impulsando una reestructuración en las formas de manejar los viñedos. Se habla de diversificar las prácticas de manejo, modificar las variedades cultivadas e incluso trasladar los viñedos a zonas más frescas y húmedas, aunque este último paso se plantea como una solución a largo plazo, ya que podría tardar décadas en llevarse a cabo.
Moreno señala que la adaptación de la industria al cambio climático debe realizarse en fases. La primera medida sería diversificar las técnicas de manejo para hacer frente a los cambios meteorológicos. Esto incluye ajustar el manejo del dosel de las vides, controlar mejor la exposición solar y optimizar el uso del agua. La segunda fase consistiría en cambiar las variedades de uva plantadas. Por ejemplo, aumentar la superficie destinada a variedades blancas, que son más tolerantes a las altas temperaturas, y reducir la producción de vinos tintos. Finalmente, la tercera fase sería modificar las zonas de producción, trasladando los viñedos a regiones con mejores condiciones para el cultivo de la vid.
Si bien el cambio climático está afectando a todas las regiones vitivinícolas del mundo, la situación en Chile también tiene una dimensión comercial. Moreno advierte que la reducción de la superficie plantada con viñedos no se debe únicamente a factores meteorológicos, sino también a las condiciones del mercado. En los últimos años, la industria chilena ha experimentado una baja en las exportaciones de vino tinto, lo que ha llevado a algunos productores a reducir sus plantaciones. Para adaptarse a las nuevas tendencias de consumo, es probable que el país deba enfocarse más en la producción de vinos blancos y espumantes, que tienen mayor demanda en mercados internacionales.
A pesar de los problemas que plantea el cambio climático, Chile cuenta con ciertas ventajas naturales que le permitirían mitigar parte de los efectos adversos. La diversidad geográfica del país, que incluye valles costeros, zonas de precordillera y regiones de secano, ofrece diferentes microclimas que pueden aprovecharse para producir vinos de calidad en distintas condiciones. Sin embargo, será clave que los productores adopten prácticas agrícolas más sostenibles y se adapten a las nuevas realidades del planeta.
La situación en Chile refleja una tendencia mundial. En muchas regiones productoras de vino, las alteraciones del tiempo están obligando a los viticultores a buscar nuevas estrategias de adaptación. Desde Francia hasta Australia, los productores están explorando opciones como la introducción de nuevas variedades, el ajuste de las fechas de vendimia y la modificación de los sistemas de riego. El sector vitivinícola chileno no es una excepción, y deberá superar las mismas circunstancias para mantener su reputación como uno de los principales productores de vino a nivel mundial.
(vinetur.com)