Los productores de vino desalcoholizado están buscando legitimidad en un sector que tradicionalmente ha estado vinculado al consumo de bebidas con alcohol. En el reciente congreso de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), celebrado en Dijon del 14 al 18 de octubre, este tema ha generado intensas discusiones, tanto técnicas como conceptuales. Los representantes de la industria del vino desalcoholizado, como la empresa californiana BevZero, plantearon que no son un enemigo del sector, sino una oportunidad para adaptarse a nuevas demandas de los consumidores, especialmente los más jóvenes.
BevZero, que originalmente nació como ConeTech en el corazón de la región vinícola de Sonoma, comenzó su andadura ajustando los niveles de alcohol en los vinos, una necesidad que surgió con el aumento de las temperaturas debido al cambio climático. Sin embargo, en sus 30 años de existencia, la empresa ha evolucionado hacia la producción de vinos con un bajo contenido de alcohol o completamente desalcoholizados, que contienen menos del 0,5% de alcohol. Según su directora de desarrollo, Irem Eren, la creciente demanda de estos productos está impulsada por factores de salud, religiosos y sociales, como lo reflejan movimientos como «Dry January» o «Shake up your October».
Durante su presentación en el congreso, Eren insistió en que los vinos desalcoholizados no son una amenaza para la industria tradicional, sino una respuesta a nuevas tendencias de consumo. Esta visión es compartida en parte por algunos sectores, aunque todavía hay reticencias. Desde su perspectiva, el vino desalcoholizado puede convivir con el vino tradicional sin afectar su valor ni su esencia. No obstante, productores como Zafer Chaoui, del reconocido viñedo Château Ksara en Líbano, mantienen la creencia de que el equilibrio actual en los vinos con alcohol es el ideal, y califican a quienes promueven estos nuevos productos como «vanguardistas».
Uno de los problemas que sufre el vino desalcoholizado es la percepción del público y los expertos, quienes suelen compararlo con vinos tradicionales como el chablis o el sancerre, según explica Eren. Sin embargo, el proceso de desalcoholización cambia las características del vino original, lo que implica la necesidad de añadir aromas, taninos y otros elementos para compensar la pérdida de alcohol y sus efectos en el sabor y la textura. A pesar de estas dificultades, sommelieres como Paz Levinson, que trabaja en los restaurantes de Anne-Sophie Pic, ya ofrecen una selección limitada de vinos desalcoholizados, especialmente de viñedos especializados en Alemania.
El interés por estos productos ha atraído a grandes grupos, como LVMH, que recientemente invirtió en la producción de vinos espumosos sin alcohol. Este crecimiento en la oferta y demanda hace que la Organización Internacional de la Viña y el Vino proyecte un aumento de la cuota de mercado de los vinos con bajo o nulo contenido de alcohol, que actualmente representan solo el 0,5% de la producción mundial, pero que podrían llegar al 4 o 5% en los próximos años.
La OIV está trabajando desde hace tiempo en el marco normativo que regule la producción y comercialización de estos vinos. Según la definición establecida en los años 20, el vino es un producto derivado de la fermentación alcohólica del mosto de uva, lo que plantea problemas a la hora de categorizar los vinos desalcoholizados. Algunas de las técnicas empleadas, como la microfiltración o la destilación al vacío, ya han sido aprobadas, pero aún queda por definir con precisión las diferencias entre un «vino desalcoholizado» y una «bebida a base de vino desalcoholizado». La Unión Europea ha comenzado a aceptar el uso del término «vino» para estas bebidas, y ahora los 50 estados miembros de la OIV deben acordar las normas sobre los tratamientos permitidos para que estos productos sean considerados auténticos vinos.
El debate sobre los vinos desalcoholizados no solo gira en torno a las técnicas enológicas, sino también a la aceptación cultural de este tipo de productos, que desafían la percepción tradicional del vino como una bebida intrínsecamente ligada al alcohol. A pesar de la resistencia, la expansión de la categoría No-Low (vinos con bajo o nulo contenido alcohólico) es vista como inevitable, y se espera que en los próximos años este segmento siga creciendo tanto en volumen como en relevancia dentro de la industria vinícola global.
(vinetur.com)