La demonización del vino ¿Nueva Ley Seca del siglo XXI?

La industria del vino se encuentra en un momento crítico. Aunque no se trata de una prohibición total como la de hace un siglo en Estados Unidos (‘Ley Seca’), hay señales preocupantes de que el consumo de alcohol está siendo visto de manera cada vez más negativa por parte de las generaciones jóvenes y de ciertas autoridades sanitarias. Esto ha generado una alerta en el sector, que mueve 353.000 millones de dólares anualmente a nivel mundial. Las cifras son comparables con los PIB de países como Hong Kong y Finlandia, lo que refleja la magnitud económica que está en juego.

El debate se ha intensificado con el surgimiento de movimientos como «Dry January» y «Sober October», y que animan a las personas a dejar el alcohol durante dos meses, enero y octubre. Lo que comenzó como iniciativas aisladas ha ido ganando mucha popularidad en el Reino Unido, Estados Unidos y otros países, impactando directamente en la percepción del vino como una bebida placentera y segura para consumir con moderación. Este cambio de actitud no se limita a las redes sociales, donde se multiplican los comentarios sobre los beneficios de un estilo de vida sin alcohol, sino que también está influyendo en las políticas públicas.

Un claro ejemplo es la revisión de las Guías Alimentarias en Estados Unidos para el periodo 2025-2030. Varios grupos del sector de bebidas alcohólicas, como el Instituto del Vino y la Asociación de Cerveceros, han expresado su preocupación por la posible reducción de la recomendación de consumo moderado a solo dos bebidas por semana. Actualmente, las directrices sugieren que un consumo moderado para mujeres es de una bebida al día y para los hombres, de dos. La inclusión de científicos con antecedentes de posiciones marcadamente anti-alcohol en los comités de revisión ha generado sospechas de sesgo, poniendo en riesgo una evaluación equilibrada de los efectos del alcohol en la salud.

El trasfondo de esta problemática es más complejo que una simple preocupación por la salud pública. Desde 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha intensificado sus esfuerzos para reducir el consumo de alcohol a nivel global, clasificando el alcohol como un carcinógeno del Grupo 1, al mismo nivel que el tabaco y el amianto. Este tipo de declaraciones, sumadas a estudios que indican que no hay un nivel seguro de consumo, están llevando a un cambio cultural significativo, particularmente entre los jóvenes. En un contexto donde la percepción del riesgo del alcohol ha crecido del 22% en 2005 al 39% en 2023, el futuro del vino como parte de la vida cotidiana se ve incierto.

(Nota relacionada: El vino, en medio de un delicioso debate: ¿alimento o bebida?)

Karen MacNeil, periodista de vino y autora de The Wine Bible, fue una de las primeras en notar este cambio cuando su video titulado «Por qué odio el Dry January» generó una avalancha de críticas en las redes sociales. Para MacNeil, el tono moralista de las respuestas fue revelador. «Por primera vez, sentí que estaba del lado equivocado de una ecuación moral por amar el vino», afirmó. La respuesta refleja cómo la narrativa ha cambiado, posicionando al vino más como una amenaza para la salud que como un símbolo de cultura y convivencia.

Algunos de los principales actores de la industria han comenzado a moverse para contrarrestar esta tendencia. En junio de este año, un grupo de asociaciones de bebidas, que incluye a la Wine & Spirits Wholesalers of America y a la Distilled Spirits Council, envió una carta al Secretario de Salud de Estados Unidos, Xavier Becerra, y al Secretario de Agricultura, Thomas Vilsack, expresando su preocupación por la falta de transparencia y el sesgo en la formación de los comités que supervisan las nuevas guías dietéticas.

Pero las acciones no se han limitado a cabildear ante las autoridades. Otros, como la enóloga y médica argentina Laura Catena, han decidido combatir la mala ciencia con buena ciencia. Catena lanzó la plataforma In Defense of Wine para recopilar estudios serios que muestran los beneficios del consumo moderado de vino en la salud cardiovascular y su potencial para reducir el riesgo de accidentes cerebrovasculares y diabetes en personas mayores de 40 años. Catena reconoce que el consumo excesivo es peligroso, pero considera que los estudios que demonizan cualquier nivel de consumo suelen ser desproporcionados y se enfocan en datos de riesgo aumentados marginalmente, como en el caso del cáncer de mama.

El cambio de percepción también está afectando a los hábitos de consumo de los jóvenes. Según una encuesta de Wine Opinions y la agencia de comunicaciones Colangelo & Partners, el 25% de los jóvenes entre 21 y 39 años considera que beber una sola copa al día ya es problemático. Si las nuevas directrices reducen la recomendación a dos bebidas por semana, se espera que dos tercios de los jóvenes sigan esa pauta. Esto se traduciría en un golpe devastador para la industria, que genera 1.84 millones de empleos y 276 mil millones de dólares en impacto económico solo en Estados Unidos.

Frente a esta situación, Karen MacNeil y otros profesionales han lanzado la campaña «Come Over October» como una respuesta cultural al ambiente negativo. La iniciativa busca incentivar a las personas a reunirse y compartir una copa de vino en compañía, recordando que el vino es mucho más que una bebida: es un símbolo de amistad, hospitalidad y placer. La campaña ha recibido el respaldo de grandes bodegas y empresas como Jackson Family Wines, J. Lohr y Lyft, entre otros.

Este enfrentamiento entre la industria del vino y el movimiento anti-alcohol está lejos de terminar. La guerra de mensajes continúa, y el futuro del vino dependerá en gran medida de cómo se comunique el verdadero papel que esta bebida ha jugado a lo largo de la historia. Por ahora, la industria no se rinde.
(vinetur.com)