Para proteger los viñedos sudafricanos de los estragos del cambio climático, que anticipa menos lluvias pero más violentas, los expertos sugieren seguir las curvas del paisaje y reciclar el agua de las precipitaciones.
«Antes plantábamos las viñas en bloques cuadrados», cuenta a la AFP Rosa Kruger, de 64 años, quien trabaja en la finca Reyneke, en el corazón de los viñedos de Stellenbosch.
La asesora vitícola, conocida mundialmente por su contribución a la calidad de los terruños sudafricanos, muestra los desagües entre cada parcela para recoger el agua de lluvia. Siguen los contornos del terreno y se unen a un depósito al pie de la ladera.
«No me gusta simplemente aceptar las cosas. Peleemos un poco», bromea esta exabogada, espabilada e independiente, que parece haberse impuesto como norma hacer sólo lo que le gusta.
«Pienso que todos los viñedos son míos. Yo no poseo tierra, pero en mi cabeza todos son míos», dice sobre su libertad para inmiscuirse en todo, después de hablar en afrikaan con los trabajadores de la finca.
Entre las parcelas, reservó zonas para sembrar arbustos fynbos, endémicos de la región y que necesitan poca agua. El objetivo es «aumentar la biodiversidad», trayendo de vuelta insectos y otras especies para que las viñas requieran menos tratamiento y el suelo esté más sano.
Al borde de los viñedos, los pinos plantados por los colonos europeos en el pasado consumían demasiada agua y fueron arrancados.
El suelo empobrecido se desmorona bajo los diluvios, entre largos períodos de sequía agravados este año por el fenómeno de El Niño.
«Si alguien no cree en el cambio climático, tiene que venir a Sudáfrica», afirma.
Las tierras de Reyneke cuentan con condiciones favorables, con «suelos graníticos, vientos dominantes, proximidad al océano» Atlántico, afirma Rudiger Gretschel, de 46 años, enólogo y director de la finca.
Pero «cultivamos uvas en la punta de África, donde el clima ya es errático. Estamos acostumbrados a las sequías, ya recibimos poca lluvia, ya hace mucho calor», insiste.
Por ello, las inversiones actuales para limitar los efectos del calentamiento son para tener «la finca perfecta, una que será relevante en 50 o 100 años».
Su finca biodinámica cuenta con decenas de vacas, cuyo estiércol se utiliza para fertilizar el suelo.
Las viñas viejas, en especial de chenin, una cepa emblemática de la región francesa de Loira, permiten seguir produciendo vino mientras se realizan las obras. Las viñas nuevas darán frutos en tres o cuatro años.
Las previsiones climáticas apuntan a hasta tres grados de aumento para finales del siglo, o incluso mucho antes. «No parece mucho, pero es muy caluroso», asegura Kruger.
Prevén también hasta 30% menos de lluvia hasta 2050, menos distribuida a lo largo del año y caerá a raudales, provocando inundaciones.
La turística Ciudad del Cabo, a menos de una hora en coche, ya sufre regularmente de escasez de agua. «Cuando llueva menos, los habitantes de las ciudades serán la prioridad, no los agricultores», reconoce Kruger.
Razón de más para planificar desde ahora la autosuficiencia, sin necesidad de irrigación. «De eso se trata», insiste.
(Afp)