En el altiplano central del gigante sudamericano, en la zona de la capital federal Brasilia, nuevos productores están apostando por convertir esta región de sabana en un nuevo polo vinícola, apoyados en una técnica de producción desarrollada en los años 2000 por investigadores brasileños.
Hay una ventana para el cultivo de uvas finas destinadas a vino en el centro-oeste de Brasil, corazón del agronegocio con predominancia de áreas de producción de soja, maíz y carne bovina.
«Existe un potencial real en este +terroir+», dice Jean-Michel Barcelo, un enólogo francés de 52 años que visita anualmente como consultor la «Villa Triacca», una hacienda a 60 km de la capital y las sedes del poder de Brasil.
Este enólogo de cabello grisáceo encontró condiciones «excepcionales» que todo productor vitivinícola desea: un terreno en altura, un clima seco y una diferencia de hasta 15 grados entre el día y la noche en el invierno, período de maduración de la fruta.
«Esta vitivinicultura es diferente a lo que se ve en el mundo», explica a la AFP, destacando la «frescura» y complejidad en el aroma de los vinos del altiplano, de espaldas a una hilera de parras de la variedad Syrah.
La producción de uva en el área del Distrito Federal (DF), región conocida casi exclusivamente por ser sede de los poderes públicos brasileños, es un fenómeno reciente, con una decena de productores que se lanzaron en los últimos años, según Emater, la empresa regional de extensión rural.
Estos aplican una técnica llamada «poda invertida o doble poda». Consiste en cortar la planta dos veces al año y permite colectar las uvas en invierno y no en verano, cuando las fuertes lluvias amenazarían la cosecha. Así, se consigue que la fruta esté lista para la cosecha entre julio y agosto.
En 2018 el DF tenía 45 hectáreas destinadas al cultivo de vino, cifra que saltó a 88 el año pasado.
«Tenía el sueño de fabricar vino, pero antes de conocer la poda invertida mi expectativa era elaborar apenas un vino de mesa. Después supe que era posible hacer vinos de calidad», explica Ronaldo Triacca, productor de la región, concretó un viejo anhelo hace seis años.
En una propiedad donde ya producía soja y maíz se volcó también a la producción de Syrah, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc, distribuidos en seis hectáreas.
Hoy vende 15.000 botellas por año. Y con otros productores de la zona, se convirtió en socio de Vinícola Brasilia, una cooperativa de producción que alcanza la marca de 150.000 botellas vendidas por año.
Una de sus variedades favoritas es el Syrah, la variedad que «mejor se adaptó» a la poda doble y entrega un vino que «recuerda mucho a los de Francia», dice mientras sujeta un racimo de uvas tintas.
Por ahora, la mayor parte de estos vinos se consumen en las propiedades y en tiendas especializadas y restaurantes de Brasilia.
«Me sorprendió la calidad, el aroma. No tenía ni idea de lo que se estaba produciendo acá», dice a la AFP Luciano Weber, un residente de Brasilia de 45 años que participó de una cata en la Villa Triacca.
La técnica «poda doble» incluye también el uso de una hormona no convencional que regula el crecimiento y mantiene a la planta adormecida.
Productores como Triacca aseguran que este fitorregulador sintético «no deja ningún residuo» en el producto final, pero su empleo ha levantado algunas suspicacias entre expertos.
«No se conocen los efectos de ese sintético. Nunca vi un estudio» al respecto, apunta Suzana Barelli, periodista especializada del periódico Estado de S. Paulo, que en tanto que experta reconoce que estos vinos alcanzaron «mucha calidad».
(AFP)