¿Se puede producir vino sobre el volcánico suelo de Rapa Nui? Así parece ser. Hace algún tiempo que científicos se preguntaron cómo es posible que distintas cepas se pudieran conservar y producir en la isla ubicada a 3.700 kilómetros al interior del Pacífico. ¿Qué tipo de cultivos toleran las condiciones de la Isla de Pascua y de qué manera pudieron llegar hasta allá?
Un grupo de profesionales, entre los que se encuentra el Dr. Patricio Hinrichsen, especialista en genética y biotecnología del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), participó en un interesante estudio sobre la caracterización genética de cepas de vid asilvestradas en Rapa Nui y su relación con cultivares continentales.
El trabajo fue publicado en la revista New Zealand Journal of Botany, orientado a difundir investigaciones científicas en todas las áreas del conocimiento relacionado a temas diversos de la Polinesia, incluidas las ciencias vegetales.
“Nosotros llevamos muchos años estudiando las cepas patrimoniales de Chile, del continente. Sabemos también lo que hay en el barrio, me refiero a grupos que hacen algo parecido en Argentina, en Perú y Bolivia, pero hay todo un material que es muy particular y que está aquí medio escondido, medio perdido, y que hemos ido tratando de rescatarlo”, afirma al respecto ¿Cómo llegaron esas cepas a Rapa Nui?
Según cuenta, ahí es cuando apareció la inquietud de saber el origen de estos cultivos. No solo como una inquietud científica para identificar el genoma de las especies que prosperan allí, sino también por el interés de los productores locales que buscan potenciar sus cultivos.
Hasta ahora se sabe que Rapa Nui fue habitada por los primeros seres humanos hace 900 años aproximadamente. También se conoce que ninguna de las viñas son nativas, sino que en algún momento fueron introducidas al territorio insular ¿De dónde vienen? ¿Qué son?
Revisaron los cultivos existentes en la isla. Entre los cráteres, protegidos el viento, muchos de estos cultivos tienen disponibilidad de agua permanente. “Ahí hay una serie de especies frutales introducidas y nativas. Y también repartido en distintas partes de la isla. Huertos caseros, en lugares medios abandonados, en el borde de unas colinas, de un cerro, etcétera. Por todos lados”, comenta el investigador.
La parra tiene eso, afirma el científico de INIA La Platina, que es muy resistente en general. ¿Cómo saber la genética de los pequeños viñedos presentes en el lejano territorio insular o cómo pudieron llegar hasta allá?El Dr. Hinrichsen explicó que la vid (Vitis vinifera L.), junto a otros cultivos frutales y hortícolas, fue introducida en la isla a fines del siglo XIX y actualmente representa una alternativa productiva en etapa de evaluación productiva. “Entender qué genotipos fueron introducidos y su origen no sólo constituye un dato interesante, sino que es un tema relevante para sus habitantes, que podrían llegar a producir vino con características diferenciadoras, porque entenderían el potencial de las cepas aclimatadas a las singulares condiciones insulares”, indicó.
Hablamos de una isla volcánica de origen geológicamente reciente. Se estima que se originó a partir de explosiones volcánicas hace tres millones de años y la última ocurrió hace pocos milenios. Luego fue poblada por organismos, plantas y finalmente por seres humanos.
El equipo de trabajo, compuesto también por historiadores, arqueólogos, biólogos y genetistas de Rapa Nui y de Chile continental, revisó fuentes documentales y realizó análisis genéticos de 65 muestras de las parras asilvestradas que actualmente crecen en la isla.
El trabajo, comentó el investigador, incluyó la utilización de nueve microsatélites propuestos por la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV) y el Catálogo Internacional de Variedades de Vid (VIVC). Los resultados revelaron la existencia de seis genotipos con prevalencia variable, incluidas las dos variedades fundacionales de la viticultura americana, que son el Listán Prieto (o País o Listán negro) y Moscatel de Alejandría. Además, lograron identificar otras variedades criollas: ellas son Huevo de Gallo, Huasquina, Blanca Ovoide, Rosa del Perú y NN-165).
Una sexta variedad no pudo ser identificada. Fue llamada NN-416, que en base a su patrón de alelos probablemente corresponde a un genotipo con ascendencia europea directa. En la visita se pudo constatar que hay más vides asilvestradas aún sin caracterizar, por lo que no se descarta que el panel de variedades presentes en la isla sea aún más diverso.
“A excepción de la NN-416, todos los genotipos identificados se encuentran comúnmente en el valle central de Chile. Estos resultados sugieren fuertemente que la mayoría de las plantas fueron introducidas desde Chile continental en algún momento durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, permaneciendo sin cultivar durante todo este tiempo”, señaló el investigador.
“Llamó la atención y ahí habría que trabajar bastante bien el tema de la fertilidad, el tema de los microelementos, para tener una producción de vinos que sea interesante. Estas parras que nosotros caracterizamos probablemente son materiales que ya están con raíces muy profundas y de alguna forma se la ingenia para sobrevivir. Pero en algunos casos cuesta incluso encontrarle un racimo. Entonces son de producciones más bien limitadas”, explica Hinrichsen.
El desafío esta vez, añade el científico, es pensar cómo mejorar las condiciones para que el proceso productivo pueda escalar a un proceso mayor. “No creo que sea imposible, pero yo creo que va a ser un buen desafío. Hay harto que apoyar ahí, hay que trabajar”, comenta.
La agricultura en Rapa Nui tiene interesantes potenciales a pesar del clima y las condiciones que pueden ser muy distintas a las de Chile continental, según dice el investigador. “No solo es la cuestión del medio ambiente, que es adverso. Mi impresión también es que el turismo le da a la gente recursos, pero hay agricultores que están notando que las parras se pueden aclimatar en la isla, pueden sobrevivir. Es que la parra es un organismo súper noble en ese sentido, Es una especie que aguanta muchísimo”, concluye.
Ahora, una cosa es la sobrevivencia y otra es el negocio agrícola o llegar a un esquema de productividad. Entonces ahí hay un salto que hay que estudiarlo, proyecta Hinrichsen. “Hay que tratar de hacer algún programa para sacar el máximo provecho con lo que tienen, mejorando probablemente los sistemas de manejo de cada una de las especies que en este caso de las vides”, cierra el especialista.
(latercera.com)