Una de las enfermedades más importantes en los viñedos, debido a su gran poder destructor y a la alta susceptibilidad de los cultivares comerciales, es el oídio. Esta patología es causada por el hongo Erysiphe necator, el cual se observa como un polvillo gris-blanco que se deposita sobre las hojas, las inflorescencias y las bayas antes de envero.
Unas de las consecuencias en la planta de esta infección son la disminución del rendimiento, la alteración del tiempo a madurez y la reducción de la concentración de antocianinas en los frutos. Todos estos efectos generan pérdidas económicas y de calidad en el vino. Al producir vino con frutas afectadas, en el caso del vino blanco disminuyen los aromas de frutos tropicales y en el vino tinto la intensidad de color disminuye.
Para evitar estas alteraciones se controla de forma intensiva este hongo, principalmente mediante el uso de funguicidas químicos. En Chile, sólo considerando el área usada por viñas, se aplican cerca de 14 toneladas de fungicida por temporada, las cuales tienen un costo próximo a los $6.000.000.000 CLP (ODEPA, 2014). En los últimos años se ha relacionado la exposición continua a fungicidas con efectos cancerígenos, reducción de la fertilidad femenina, estimulación de la oxidación celular, altos niveles de la enzima fosfatasa alcalina y enfermedad de Párkinson. Siendo los operarios agrícolas y los vecinos de predios los más afectados. Además, se ha descrito que se generan alteraciones en la composición microbiana de los suelos.
A nivel mundial se está buscando disminuir el uso de pesticidas, ya sea por búsqueda de productos más amigables con el medio ambiente por parte de los consumidores o por legislaciones cada vez más estrictas a nivel internacional. La viticultura chilena e internacional se encuentra frente al gran desafío de mantener su rendimiento y calidad, pero a la vez reducir el uso de agroquímicos. Sumado a esto y debido al cambio climático, cada vez son más frecuentes las lluvias fuera de temporada, favoreciendo la aparición de hongos en época productiva.
Frente a este escenario, distintas empresas, centros de investigación y universidades a nivel global han empezado a buscar formas de combatir este patógeno disminuyendo el uso de agroquímicos. Parte de la estrategia internacional, considera el uso de cultivares de vides que sean genéticamente resistentes al patógeno, es decir, plantas que no se enfermen frente a este hongo, por tanto, sólo requiriendo mínimas aplicaciones de fungicidas. Las vides resistentes se producen mediante el cruzamiento de cultivares comerciales con especies del mismogéneroque son resistentes al hongoE. necator responsable de esta enfermedad.
En Chile, la empresa Johnson y Medina LTDA. es pionera en el desarrollo de nuevos cultivares de uva de vino resistentes a oídio. “Usamos los loci (regiones cromosómicas) de resistencia llamados Run1 y Ren1, los cuales nos permiten asegurar plantas con una resistencia duradera en campo que son totalmente asintomáticas a la enfermedad. Primero realizamos pruebas de infección, para descartar a las plantas que sean susceptibles. A continuación, para poder detectar estos loci usamos marcadores moleculares, de esta forma podemos determinar si las plantas generadas en los cruzamientos poseen uno o ambos loci” – comenta el Dr. Patricio Arce Johnson, fundador y CEO de Johnson y Medina.
“Dentro de los objetivos de producción sustentable de alimentos de la Unión Europea se encuentra la reducción en 50% del uso de pesticidas en las viñas, por lo cual, lo más probable es que pronto se comiencen a exigir los mismos requisitos en otros países. Nosotros como empresa nos estamos adelantando a ese escenario y hemos decidido potenciar nuestro proyecto de mejoramiento genético de vides de vino desde hace ya varios años. Gracias a fondos de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), hemos podido en el proyecto adjudicado desarrollar tres líneas avanzadas de vides de vino resistentes a oídio: una blanca y dos tintas.
“En el marco de este proyecto, se han microvinificado estas líneas y se ha visto que la blanca es la que posee mayor potencial, debido a que el vino producido a partir de sus frutos obtuvo resultados positivos en los análisis físicos, químicos y sensoriales de enólogos expertos. Esperamos que dentro de tres o cuatro años, este nuevo cultivar pueda estar en el mercado para que los pequeños, medianos y grandes viticultores de Chile puedan usarlos y reducir al mínimo las aplicaciones de fungicidas en sus campos”, comenta el Dr. Arce.
(todovinos.cl)