Los incendios forestales que han afectado al Valle del Itata en los últimos días también son una realidad que se vive en los campos de muchas regiones del país, ya que las plantaciones principalmente de pinos en proporciones descabelladas repletan el paisaje rural del centro/sur de Chile, lo cual resulta en una latente y anunciada catástrofe.
Con la cantidad de miles de hectáreas de pinos y eucaliptus plantadas por la industria forestal y que colman los campos del centro/sur del país, es imposible no prever que algún día ocurrirá una catástrofe como la de los últimos días pero que recurrentemente golpea principalmente a pequeños agricultores que tienen sus campos entre medio de esas grandes extensiones de pinos. Y también localidades pobladas cercanas.
Tras los incendios del verano de 2017, los más extensos de que se tenga registro, mucho se habló de nuevas medidas para prevenir incendios forestales y mejorar equipos humanos y de maquinaria de combate a los incendios, pero además de ser pocas en número, esas medidas tampoco podrán ser efectivas por el descalabro que ya está instalado en los campos chilenos: la extensa ocupación de tierras por plantaciones forestales.
Además de la dimensión desmesurada de esas plantaciones, también está el factor desorden en esa ocupación, ya que es común que grandes extensiones de pinos estén muy cerca de lugares poblados sin contar con apropiadas medidas de mitigación de emergencias.
Las dimensiones de esas plantaciones forestales son una latente bomba de tiempo incendiaria que hace muy difícil, sino imposible, hacer frente a emergencias como las que han ocurrido.
Ya es algo recurrente la ocurrencia de incendios de grandes dimensiones cuyas llamas son alimentadas por esas plantaciones de pinos, sin que las mismas cuenten con sistemas de protección de igual proporción para combate de emergencias.
Se habla de las altas temperaturas, poca humedad y vientos fuertes, además de también culparse a los pastizales, pero si bien esos elementos influyen en la ocurrencia de incendios, las catástrofes como la de los últimos días son proporcionales a las dimensiones desmesuradas de las plantaciones forestales. Los incendios gigantescos no se alimentan de pastizales y si de pinos.
Es necesaria regulación y modernización de la industria forestal. No es posible que además de recibir subsidios del Estado desde hace muchas pero muchas décadas, sus plantaciones no tengan límite y puedan colmar los campos chilenos afectando el equilibrio ambiental con monocultivos de alto consumo de recursos hídricos que son una bomba incendiaria prestes a estallar a cada época estival.
Con el cambio climático como parte de la realidad, no es difícil imaginarse lo que se viene de manera cada vez más recurrente en la ruralidad chilena: una catástrofe anunciada, un infierno de llamas que deja fallecidos, destruye familias y campos.
(Alejandro Tumayan – todovinos.cl)
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