Los primeros misioneros redentoristas llegaron a Cauquenes en 1891, cuando era un poblamiento de apenas 7.000 habitantes, rodeado de viñedos, de chacras y de bosque nativo. Pese a que los primeros años vivieron con una serie de problemas y limitaciones de orden material que hacían muy difícil su apostolado, se puso en marcha la construcción del nuevo convento y del templo bajo la dirección de los Hermanos de la Congregación venidos de Francia, quienes además plantaron las primeras parras viníferas, por lo que el vino estuvo presente como elemento necesario para la liturgia, así como también en virtud de su valoración cultural por parte de los feligreses.
En 1899, el 24 de Septiembre, se trasladaron al nuevo convento, levantado con el aporte de la Congregación y el esfuerzo generoso de muchos fieles.
La primera imagen fue tomada en 1906 (fotógrafo Carlos Brandt), la que corresponde a su fachada original.
Era un edificio imponente, de estilo gótico-romano, de dos pisos, construido sobre la loma más alta del área urbana de Cauquenes, en un cuadrilátero cercano a la hectárea, edificado en torno al tradicional jardín y parronal interior, constituyendo verdaderas pérgolas con distintas variedades tintas como país y blancas como torontel y moscatel, que concluye con la plantación de una viña que va trepando y expandiendo por el costado sur del convento.
Las altas torres del templo son testimonio perdurable de la cultura católica, tradicional, señorial y destaca en lo alto de la loma desde donde se domina los campos aledaños y los márgenes de la ciudad. Ha sido siempre la postal privilegiada de turistas y viajeros para identificar a Cauquenes. Hasta ahora es regida por la Congregación Redentorista.
Había pasado más de una década cuando decidí regresar al convento y adentrarme en aquellos centenarios jardines y parrales, y como no; nuevamente visitar la viña y su bodega. Para ello me reuní con Juan Foster, misionero encargado de mantener estas verdaderas reliquias del paisaje interior pero también quien ha estado en el último periodo al cuidado de la viña y de la elaboración de los vinos de misa.
Iniciamos el recorrido y la sensación de estar por un momento en un tiempo distinto y lejano rodeado de una estética antigua, es inevitable.
Luego de recorrer la viña con una carga generosa y pronta a la cosecha 2018, ingresamos a la bóveda principal de la bodega ubicada en el subterráneo, donde se exhiben diversos accesorios como tapones, piqueras, barricas, fudres, chuicas, damajuanas y botelleros de madera.
Lo primero que te inunda es el olor a cerrado, a cierta humedad y a vino añejo. Pero también te inunda ese sentimiento de estar en un lugar donde más de cien de años de historia han dejado su huella. “Aquí encerramos el vino para que una vez al año cuando nos visitan representantes de todas las misiones redentoristas del país podamos compartir estos brebajes”, nos señala el padre Foster.
La iglesia y la viña configuran un recurso patrimonial escaso, raro, valioso, vinculado al territorio, identitario, distintivo y podríamos añadir otros calificativos, que se ha puesto al margen de toda tendencia, mientras el «glamour» del vino nos impresiona con acciones llenas de diseño, puestas en escena y de alto precio.
Valorar su singularidad y las características de excepción de su terruño, sin pretensiones estéticas dentro de un ámbito geográfico determinado; Cauquenes como territorio vitícola exhibe una extensa prolongación en el tiempo y arraigada profundidad cultural pero con escasas referencias bibliográficas, como lo señala Natalia Soto, Doctora en Historia; en su artículo denominado “La Construcción del Paisaje del Vino, Cauquenes 1700-1850″: “la escasez de estudios sobre la zona, su propia historia e industria del vino, y sobre la construcción de un paisaje vitivinícola, no solamente nos habla del poco interés de estás temáticas, sino que también, de la continuación de un proceso historiográfico habitual en Chile, marcado con la repetición de hechos ´heroicos´, batallas y efemérides donde se autorretrata la clase dominante que ha escrito la historia tradicional. Es así como, quienes no formaron parte de la pequeña oligarquía del país, no fueron objeto de estudio, por ende, el pequeño propietario vitivinicultor de Cauquenes tampoco”.
(Jaime Cortés P. – todovinos.cl)