Este 4 de Septiembre se celebra el Día Nacional del Vino, efeméride creada hace un par de años para……. ¿Para qué sería? Bien, eso no está del todo claro. Se puede decir que se creó para celebrar el vino como producto emblema nacional; también para resaltar la importancia de la industria del vino; o para destacar la trascendencia e historia del vino a lo largo de los años como país; o para fomentar la cultura del vino, etc.
Pero para ser claros, las “celebraciones” del Día Nacional del Vino se limitan a ventas promocionales y eventos privados y pagados en su mayoría, lo cual no tiene nada de malo y es positivo que se realicen, pero dista mucho de la idea original cuando se creó esta efeméride.
Me recuerdo que cuando se instauró el Día Nacional del Vino, en el año 2015, el historiador Gonzalo Rojas Aguilera, de la Universidad de Chile, reaccionó con gran molestia por el carácter que había tomado la efeméride en nacimiento. Rojas participó en el proceso junto a la asociación gremial Vinos de Chile para crear el Día Nacional del Vino -dando algunos fundamentos históricos como fue la carta de Pedro de Valdivia al Rey de España y la primera mención del vino y los viñedos desde Chile-, y lo que se buscaba al inicio era tener una gran y verdadera celebración de la cultura del vino, con participación de la población en eventos abiertos, al menos eso fue lo que me dijo en la oportunidad. Pero después de una molestia inicial bastante explícita y enérgica, el historiador guardó silencio y se integró a un proyecto sobre enoturismo patrocinado por Corfo y Vinos de Chile.
Este 2017 se “celebra” por tercera vez el Día Nacional del Vino, y la fecha para la mayoría de la población pasa casi desapercibida, pues, como bien dijo el historiador Rojas, aquí hay poco y nada de verdadera celebración. Más bien se trata de una efeméride que aparte de alguna ceremonia oficial de gobierno donde protocolarmente se enaltece el carácter e historia vitivinícola de Chile, la conmemoración se limita a eventos promocionales de venta de vinos.
Pero de lo que se habla poco o nada en el Día Nacional del Vino es acerca de los miles de productores de vitis vinífera y vinos que existen en el país, y que son la verdadera espina dorsal del sector vitivinícola nacional que abastecen con sus uvas y vinos a las grandes y medianas vinícolas. Poco se habla también de los bajos precios que se pagan a esos agricultores por sus uvas; tampoco se habla de la procedencia de las uvas con que se elaboran grandes cantidades de vinos por las grandes compañías, y que incluso son el corazón de algunos de sus mejores vinos, obviando, en muchos casos, en denominaciones genéricas el terruño de donde proceden.
Dando una mirada más general, en este Día Nacional del Vino 2017 se puede afirmar que la industria del vino, en lo que se refiere a grandes y medianas viñas, goza de buena salud, con aumento sostenido de las exportaciones y penetración en cada vez un mayor número de mercados internacionales. En ese sentido, el vino chileno está bien definido como el Gran Embajador de Chile, con millones de botellas en las mesas de más de una centena de países alrededor del mundo.
Esa buena salud de las grandes y medianas viñas no se condice con una compleja situación que viven miles de pequeños productores de uva y vino, que por muchos años han vendido fruta y vino a muy bajos precios. Hubo una demanda ante la Fiscalía Nacional Económica (FNE) por parte de la Coalición Nacional de Viñateros que alegaba posición dominante de los grandes compradores de uva para fijar precios a la baja, una especie de colusión para comprar materia prima a bajos precios, pero finalmente la demanda no prosperó y la FNE la desechó por no considerar que existía esa posición dominante por parte de las grandes viñas compradoras.
En la vendimia recién pasada, a causa de las heladas, la sequía persistente, las altas temperaturas y posteriores incendios, la uva se vendió a un mayor precio, el mejor en la última década, pero todavía a un monto bajo, pues si antes los productores no pagaban los costos de cultivo, poda y cosecha, ahora con suerte empatan. Pero al menos mejoró un poco la situación a causa de la menor disponibilidad de uva vinífera en el mercado con una cosecha a la baja.
Otro hecho positivo es que ha irrumpido desde hace algunos años en Chile, un mayor número de productores de vino que están llegando poco a poco a los consumidores. Son vinos novedosos por hacerse con variedades hasta entonces poco conocidas y también porque vienen de los más diversos lugares y regiones, y con una gran diversidad de estilos, lo cual enriquece el panorama y oferta de vinos chilenos, aunque no es fácil encontrarlos debido a las dificultades para la venta y distribución de vinos en el país, algo que también gradualmente va cambiando para mejor, con varias nuevas pequeñas distribuidoras y tiendas especializadas.
En ese contexto hay que destacar también nuevos vinos producidos en el ámbito campesino, que si bien no son novedad en sus lugares de origen, han afianzado sus características más rústicas con mayor calidad a causa del apoyo técnico de enólogos y agrónomos, además de contar con nuevos equipos para la vinificación y guarda.
En fin, gran celebración no hay en el Día Nacional del Vino, pero sí podemos constatar al menos que el sector se está moviendo, que están apareciendo nuevos actores/productores, que el interés de los consumidores (aunque sea en número reducido aún) se está fijando en nuevos vinos y zonas productoras, más de alguna con mucha tradición pero que son novedad en el mercado.
En tanto, la “enograstrofarándula” y el sector más pechoño de la industria del vino seguirán adulándose y premiándose entre ellos, mientras que otros seguirán “desarrollando” proyectos con nombres pomposos a costas de recursos del Estado que tienen poco o ningún impacto entre los vitivinicultores, entre otras “iniciativas” bastante estériles para los hacedores de vino.
Pero por fortuna para gran parte de los amantes del vino y su cultura, seguirán apareciendo nuevos productores y nuevos vinos, nuevas agrupaciones y movimientos, y pequeños viñateros que están embotellando y mejorando sus vinos tradicionales, contribuyendo así a que de una vez por todas se instale en el mundo del vino nacional la gran diversidad productiva y cultural que tiene Chile, esto gracias a su rica y loca geografía.
(Alejandro Tumayan – todovinos.cl)