En la noche del martes pasado, las calles del puerto mediterráneo de Sète, en el sur de Francia, se vieron inundadas. La corriente color púrpura teñía los neumáticos de los automóviles que por allí se trasladaban: era vino.
Esa fue la protesta que un grupo irregular identificado como «Comité de Acción del Vino» realizó para llamar la atención de las autoridades por la importación de vinos de otras partes de Europa, sobre todo de España. Este país ibérico es el principal importador en Francia y este año vio incrementadas sus ventas un diez por ciento.
La Avenida Maréchal-Juin se vio repleta del producto en las puertas de una casa expendedora de vino. El olor era insoportable para los abstemios y una delicia para sus amantes, y demandó casi una hora a los bomberos para poder drenar el líquido.
No es la primera vez que el «Comité de Acción del Vino» realiza este tipo de sabotaje. Conocidos como los «terroristas del vino», esta particular agrupación dice proteger a los productores locales y luchar contra la «invasión» de botellas de otras partes del mundo, quienes ganan terreno sobre las francesas, líderes durante años del mercado.
El grupo está activo desde los años 70 y nació en la región vitivinícola más activa de Francia. En Languedoc-Roussillon-Midi-Pyrénées, donde está el puerto de Sète. En años recientes sus acciones más violentas estuvieron relacionadas con el secuestro de camiones con botellas de vino importado y la voladura de supermercados y edificios gubernamentales. En abril pasado, el «comité» secuestró a cinco tanques de vino español, el equivalente a 90 mil botellas. Sus argumento para los atentados no son ideológicos ni románticos, sino comerciales: la competencia es «injusta».
Quien estaría detrás de ese grupo es Jean Vialade, un empresario vitivinícola que en el pasado tuvo vínculos con el dictador Muammar Khaddafi. La leyenda indica que el libio le ofreció en una oportunidad 50 millones de dólares para que cometiera atentados contra el gobierno francés.
(infobae.com)